10 CREENCIAS ERRADAS DE JESÚS.
En el vasto y misterioso océano de la historia, pocas figuras se alzan con la trascendencia y el poder de Jesús de Nazaret. Su nombre ha resonado a través de milenios, iluminando caminos y enfrentándose a las sombras del malentendido y la distorsión. Siglos de interpretaciones, leyendas y rumores han envuelto su vida en una densa niebla de mitos y falsas concepciones, que desdibujan su verdadera esencia y su propósito eterno. ¿Quién fue realmente este hombre que desafió imperios, que reveló verdades ocultas y que abrió una senda hacia la eternidad?
En este recorrido, nos sumergiremos en los 15 mitos más persistentes y erróneos sobre Jesús, desentrañando cada capa de confusión con las verdades bíblicas y el contexto histórico que devuelven claridad y fuerza a su mensaje. Desde la creencia de su nacimiento en una fría noche de diciembre hasta teorías modernas que cuestionan su misión, exploraremos la realidad detrás del velo, la autenticidad de aquel que se presentó como el Hijo de Dios.
Hoy te invitamos a abrir los ojos, a dejar atrás las leyendas y a contemplar la grandeza de Jesús como jamás la has visto. Esta es una invitación a redescubrir la verdad sin diluir, a encontrar en él la chispa divina que no solo transformó un tiempo, sino que rompió las barreras de la mortalidad y de toda frontera humana.
A lo largo de los siglos, múltiples creencias erróneas han construido una imagen de Jesús que, aunque popular, se distancia del testimonio bíblico y su mensaje auténtico. Muchas de estas ideas equivocadas surgen de malentendidos culturales, tradiciones humanas que se han desarrollado con el tiempo o intentos de fusionar sus enseñanzas con otras ideologías, así como de interpretaciones laicas que distorsionan el cristianismo.
Al explorar y corregir estas ideas, descubrimos la relevancia y el impacto transformador del mensaje original de Jesús. Comprendido en su pureza, este mensaje nos revela un amor divino, una autoridad espiritual y una misión que trasciende las limitaciones humanas. Nuestro propósito es rescatar esa verdad y corregir las distorsiones que han desviado la percepción de su naturaleza y misión. A través de un análisis de cada error desde la fecha de su nacimiento hasta el propósito de su sacrificio nos adentramos en el núcleo de un mensaje de vida, esperanza y redención. Emprendamos este recorrido para desvelar las ideas erróneas sobre Jesús, a la luz de las Escrituras, y acercarnos a la verdad de su identidad y propósito.
1. Que Jesús nació el 25 de diciembre.
Una de las creencias más extendidas en la tradición cristiana es que Jesús nació el 25 de diciembre. Sin embargo, este dato no se encuentra en los Evangelios ni en ninguna otra escritura bíblica. La fecha del 25 de diciembre fue establecida varios siglos después de los eventos narrados en la Biblia, probablemente con el fin de sustituir las celebraciones paganas que coincidían con el solsticio de invierno, como las festividades romanas de Saturnalia o las celebraciones dedicadas al Sol Invictus (Sol Invicto), el dios del sol.
Históricamente, el establecimiento de esta fecha no tiene una base bíblica sólida. No existe ningún pasaje en los Evangelios que indique el día exacto del nacimiento de Jesús. De hecho, la Biblia menciona que, en la noche de su nacimiento, «había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño» Lucas 2:8, lo que sugiere que el clima en esa época era más cálido, ya que los pastores no habrían permanecido al aire libre durante la noche en invierno, cuando las temperaturas eran muy bajas en la región.
Este detalle sugiere que el nacimiento de Jesús podría haber ocurrido en una época más templada, como la primavera o el verano, cuando las condiciones eran más adecuadas para que los pastores pudieran estar en los campos con sus ovejas. Por lo tanto, la fecha del 25 de diciembre podría ser una adaptación de las primeras comunidades cristianas a las tradiciones de las festividades paganas, en lugar de una revelación histórica precisa sobre el día del nacimiento de Jesús.
Es importante comprender que, aunque la fecha del 25 de diciembre no tiene base bíblica, lo esencial para la fe cristiana no es tanto la fecha exacta, sino el significado teológico del nacimiento de Jesús, quien es considerado el Salvador y la luz del mundo, independientemente de la fecha en que haya nacido.
2. Que Jesús es el Padre. Error.
Algunos creen que Jesús y el Padre son la misma persona, pero esta interpretación va en contra de la enseñanza central de la Trinidad y es una forma de herejía conocida como modalismo. El modalismo sostiene que Dios se manifiesta en diferentes «modos» o «formas» a lo largo de la historia (como Padre, Hijo y Espíritu Santo), pero que no son personas distintas, sino manifestaciones de un solo Dios. Esta visión niega la distinción entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, lo cual es incompatible con la enseñanza bíblica sobre la naturaleza de Dios. En contraste, la doctrina cristiana de la Trinidad afirma que el Padre, el Hijo (Jesucristo) y el Espíritu Santo son tres personas distintas pero un solo Dios en esencia.
La Biblia muestra claramente que Jesús y el Padre son distintos. En El evangelio de Juan capítulo 17, verso 1, Jesús ora al Padre, pidiéndole que lo glorifique, lo que indica que no son la misma persona.
Además, en Juan 14:16-17, Jesús menciona que pedirá al Padre enviar al Espíritu Santo, subrayando la distinción entre las tres personas divinas. Estos y otros pasajes refuerzan la comprensión de que las tres personas de la Trinidad, aunque son iguales en esencia, son distintas en persona.
La distinción entre Jesús y el Padre es crucial para comprender la salvación. Si Jesús fuera el Padre, el sacrificio en la cruz perdería su profundo significado, ya que no habría una verdadera mediación entre Dios y la humanidad. La doctrina de la Trinidad, por lo tanto, es esencial para entender correctamente la naturaleza de Dios y la obra redentora de Cristo, y rechazar interpretaciones como el modalismo, que distorsionan la relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
3. Que Jesús vino para abolir la ley.
Algunas personas piensan que, con la venida de Jesús, la ley del Antiguo Testamento fue abolida o ya no tiene relevancia. Esta idea surge de una interpretación errónea de la misión de Jesús, sugiriendo que Él vino a deshacer las leyes dadas a Israel en la antigüedad. Sin embargo, este punto de vista pasa por alto el propósito real de Jesús, que no fue eliminar la ley, sino darle su cumplimiento pleno. La ley del Antiguo Testamento, que incluía normas morales, ceremoniales y civiles, tenía un propósito específico y, lejos de ser descartada, Jesús la completó y la cumplió.
En Mateo 5: 17, Jesús deja claro este punto cuando dice:
No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.
Con esto, Jesús explica que Su misión no era destruir la ley, sino cumplir con lo que estaba escrito en ella. Las leyes y profecías del Antiguo Testamento apuntaban hacia Él, y su vida, muerte y resurrección fueron la realización de esas promesas. Por ejemplo, los sacrificios del Antiguo Testamento prefiguraban el sacrificio perfecto que Jesús haría por los pecados del mundo. En lugar de anular la ley, Él la cumplió completamente.
Además, Jesús no vino a eliminar las enseñanzas morales de la ley. Por el contrario, las reafirmó y las profundizó. En el Sermón del Monte, Jesús no solo explicó la ley en términos de acciones externas, sino que destacó que los pensamientos y actitudes internas también son importantes. Por ejemplo, Jesús enseña que no solo el acto de asesinar es pecado, sino también el odio en el corazón.
En resumen, no estamos bajo la ley, sino en Cristo, porque la ley encuentra su cumplimiento en Él. Algunos piensan que, al afirmar que Jesús no vino a abolir la ley, las leyes ceremoniales y otros aspectos del Antiguo Testamento siguen vigentes, pero esto no es correcto. Muchos evitan estudiar el Antiguo Testamento porque creen que ha sido completamente abolido, pero la realidad es que el Nuevo Testamento no puede entenderse plenamente sin comprender el Antiguo. El Antiguo Testamento prepara el camino para la venida de Cristo y ayuda a comprender el propósito de Su obra redentora.
4. Que Jesús tuvo una relación romántica con María Magdalena.
Una teoría popular, especialmente en libros y películas como El Código Da Vinci, sugiere que Jesús y María Magdalena tuvieron una relación romántica o incluso que estuvieron casados. Sin embargo, no hay ninguna evidencia bíblica que respalde esta idea. Los Evangelios nunca mencionan ni sugieren que Jesús tuviera una relación romántica con María Magdalena, sino que ella es presentada como una discípula devota y seguidora fiel de Jesús.
La Biblia describe a María Magdalena como una mujer de la que Jesús expulsó siete demonios y una testigo clave en la resurrección de Cristo. Estos pasajes subrayan su importante rol como discípula, pero no hay indicios de que su relación con Jesús fuera de naturaleza romántica. Jesús trató a sus seguidoras con respeto y las incluyó en su ministerio, pero nunca hay una sugerencia de un vínculo sentimental.
La teoría de un romance entre Jesús y María Magdalena no tiene base en los textos bíblicos ni en la enseñanza cristiana tradicional. Jesús vino a cumplir una misión divina de salvación y redención, y su relación con sus discípulas era espiritual y educativa, no romántica. La idea de un romance secreto es una especulación moderna sin fundamento en las Escrituras.
5. Que Jesús era rico y vivió en lujo.
En algunas interpretaciones erróneas de la vida de Jesús, se ha afirmado que Él vivió en abundancia, rodeado de riquezas y lujo. Este punto de vista puede haber surgido por la idea de que, como el Hijo de Dios, Jesús debería haber vivido con todo el poder, prestigio y confort que el mundo podría ofrecer. Sin embargo, esta visión es completamente contraria a lo que los Evangelios nos enseñan sobre la vida de Jesús. La realidad es que Jesús vivió de manera extremadamente humilde, sin apego a las riquezas ni a los placeres materiales, enfocándose en su misión espiritual de salvar a la humanidad.
La refutación de esta idea se encuentra en varias enseñanzas y pasajes clave de la Biblia. En Mateo 8:20, Jesús mismo declara:
«Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza.»
Este versículo muestra claramente que Jesús no tenía una residencia permanente ni posesiones materiales. A lo largo de su ministerio, vivió de manera itinerante, sin un hogar fijo y dependiendo de la generosidad de otros. Sus seguidores, como algunas mujeres que lo acompañaban, le proporcionaban sustento, pero no vivía en lujo ni en confort, sino que adoptaba una vida de pobreza y humildad.
Además, las enseñanzas de Jesús sobre las riquezas refuerzan su enfoque en el desapego material. En múltiples ocasiones, Jesús habló sobre la importancia de renunciar a las riquezas para seguirlo y vivir una vida de servicio y sacrificio. Por lo tanto, la imagen de un Jesús rico y acomodado es una distorsión de su verdadero estilo de vida, que fue marcado por la simplicidad, la humildad y el sacrificio.
6. Que Jesús era solo un profeta.
Algunas personas sostienen que Jesús fue simplemente un profeta, una figura histórica que vino a enseñar y guiar al pueblo, comparable a otros profetas del Antiguo Testamento como Moisés o Isaías. Según esta visión, Jesús sería solo un hombre sabio que habló en nombre de Dios y ofreció enseñanzas morales, pero no tendría una identidad divina ni un papel único en la redención humana. Sin embargo, este entendimiento de Jesús es incompleto y no refleja lo que Él mismo afirmó sobre su identidad. Jesús no solo se vio a sí mismo como un profeta, sino que se presentó como el Hijo de Dios, con una relación única y especial con el Padre, y el único camino hacia la salvación de la humanidad. Su misión no era solo transmitir un mensaje divino, sino cumplir un plan de redención que solo Él podía llevar a cabo.
En Juan 14:6, Jesús declara: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.»
Esta declaración no se limita a la función de un profeta, quien simplemente señala el camino, sino que Jesús se presenta como la fuente de la verdad y la salvación, algo que va más allá de cualquier profecía. Jesús no solo habla en nombre de Dios, sino que Él mismo es el camino hacia el Padre, la verdad absoluta y la vida eterna. Esta afirmación de exclusividad muestra que Jesús no se consideraba un profeta más, sino el centro de la revelación de Dios.
Además, en Juan capítulo 10: 30, Jesús dice: «Yo y el Padre somos uno.» Este tipo de afirmaciones revela la identidad única de Jesús, algo que ningún profeta habría dicho. Jesús no solo fue un mensajero de Dios, sino que se identificó como uno con Dios, lo cual es una declaración radical y fundamental de su naturaleza divina. Si Jesús fuera solo un profeta, estas palabras serían blasfemas, pero para Él, como el Hijo de Dios, reflejan la verdad de su relación íntima con el Padre. Jesús no vino solo a dar un mensaje, sino a revelarse a sí mismo como la encarnación de Dios Hijo, cumpliendo un papel central en el plan divino de salvación para la humanidad.
7. Que Jesús fue un líder político.
Algunas personas interpretan a Jesús como un líder político o revolucionario, creyendo que su misión era liberar a los judíos del dominio romano y establecer un reino terrenal. Sin embargo, esta idea distorsiona la verdadera naturaleza de su propósito. Aunque muchos esperaban que el Mesías trajera una liberación política, Jesús nunca se presentó como un líder que viniera a cambiar el orden político, sino como alguien cuya misión era mucho más profunda y espiritual.
En Juan 18:36, Jesús responde a Pilato: «Mi reino no es de este mundo.» Con esta afirmación, Jesús deja claro que su reino no tiene que ver con el poder político ni con la lucha contra gobiernos terrenales. Su mensaje no era sobre establecer un estado o una nación, sino sobre transformar el corazón humano y ofrecer la salvación a través de la reconciliación con Dios. El Reino de Jesús es espiritual y se manifiesta en aquellos que aceptan su enseñanza y viven de acuerdo con los principios del amor, el perdón y la verdad.
La misión de Jesús fue, en última instancia, salvadora y redentora, no política. Él vino a predicar el Reino de Dios, que es un reino de paz, justicia y vida eterna, no un reino terrenal. Su enfoque no era reformar estructuras políticas, sino restaurar la relación entre Dios y la humanidad, ofreciendo perdón y esperanza a todos los que creen en Él.
8. Que Jesús nunca afirmó ser el Mesías.
Algunas personas sostienen que Jesús nunca afirmó ser el Mesías, sugiriendo que Él evitó declararse abiertamente como tal durante su vida. Esta idea se basa en una interpretación errónea de los Evangelios, ya que, de hecho, Jesús sí se identificó como el Mesías en varias ocasiones. Aunque en algunos momentos prefirió no revelar explícitamente su identidad, esto no significa que nunca lo hiciera. De hecho, en Juan 4: 25-26, durante su conversación con la mujer samaritana, ella menciona que espera al «Mesías» y Jesús responde: «Yo soy, el que habla contigo.» Esta es una afirmación directa de que Él es el Mesías, el Salvador prometido por Dios.
Además de esta declaración directa, Jesús también cumplió con las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento, lo que refuerza aún más su identidad como el Mesías.
A lo largo de su ministerio, las obras y milagros de Jesús también confirmaron su identidad como el Mesías. Sanó a los enfermos, resucitó a los muertos, dio vista a los ciegos y predicó el evangelio a los pobres, cumpliendo así muchas de las profecías del Antiguo Testamento sobre lo que el Mesías haría. Estos actos no solo demostraron su poder divino, sino que validaron su reclamo como el ungido de Dios, el que traería la salvación al pueblo de Israel y a toda la humanidad.
Por lo tanto, es incorrecto afirmar que Jesús nunca se identificó como el Mesías. No solo lo dijo de manera explícita, como en su conversación con la mujer samaritana, sino que su vida, su enseñanza y sus milagros confirmaron que Él era el cumplimiento de las promesas mesiánicas. Jesús no solo fue un profeta o un maestro; Él fue el Mesías prometido, el Salvador que vino a redimir a la humanidad a través de su sacrificio en la cruz y su resurrección.
9. Que Jesús no experimentó sufrimiento real.
Algunas personas creen que, debido a su divinidad, Jesús no sufrió realmente, ya que se supone que su naturaleza divina lo habría protegido del dolor humano. Sin embargo, esta creencia es incorrecta. Jesús experimentó sufrimiento genuino, tanto físico como emocional, durante su vida, especialmente en su pasión y crucifixión.
En Hebreos 4:15, se afirma que Jesús «ha sido tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.»
Esto significa que, aunque era divino, Jesús vivió plenamente la experiencia humana, incluyendo el sufrimiento. Durante su crucifixión, soportó dolor físico extremo, y en el huerto de Getsemaní, enfrentó angustia emocional profunda, anticipando el sacrificio que iba a sufrir. Además, en la cruz, Jesús experimentó un sufrimiento espiritual al sentirse momentáneamente separado de Dios, como lo indica su clamor: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».
Po lo tanto, Jesús no solo experimentó el dolor físico de la cruz, sino también angustia emocional y separación espiritual. Su sufrimiento fue real y completo, lo que le permite identificarse plenamente con nuestras propias aflicciones.
10. Que Jesús aprobaba la violencia en su nombre.
A veces, algunas personas justifican la violencia en nombre de Jesús, creyendo que Él apoyaría el uso de la fuerza para defender su causa o imponer su mensaje. Este malentendido ha llevado a trágicas interpretaciones a lo largo de la historia, como la Santa Inquisición, donde se utilizaron métodos violentos y crueles, como torturas y ejecuciones, para «purificar» a los herejes en nombre de la fe cristiana. Sin embargo, esta interpretación de Jesús es completamente errónea, ya que Él enseñó siempre sobre la paz, el amor y el perdón.
La refutación a este error se encuentra en Mateo 26:52, cuando, tras el arresto de Jesús en el huerto de Getsemaní, Pedro saca su espada y corta la oreja de un siervo del sumo sacerdote. Jesús lo reprende severamente, diciendo:
«Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen la espada, a espada perecerán.»
Con esta declaración, Jesús rechaza rotundamente la violencia como medio para avanzar su reino. Su mensaje no fue de lucha armada, sino de paz, amor y reconciliación.
A lo largo de su vida, Jesús predicó el amor a los enemigos, el perdón y la reconciliación, como se ve en Mateo capítulo 5, verso 44, donde dice:
«Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen.»
Esta enseñanza es clara: la violencia no tiene cabida en el camino de Jesús. La Santa Inquisición y otros episodios históricos de violencia en nombre de la fe son un claro contraste con lo que Jesús enseñó. Él nunca aprobó el uso de la fuerza para imponer la fe, sino que instó a sus seguidores a buscar la paz, el perdón y la transformación interior como la verdadera forma de avanzar en su Reino.
11. Que resucitó solo espiritualmente, no físicamente.
Algunas personas sostienen que la resurrección de Jesús no fue un evento físico, sino una experiencia espiritual o simbólica. Según esta interpretación, Jesús resucitó en el sentido de que su «espíritu» vivió en los corazones de los creyentes, pero su cuerpo no resucitó realmente. Sin embargo, esta visión contradice los relatos bíblicos que afirman de manera clara que Jesús resucitó en un cuerpo físico real.
En el evangelio de Lucas 24:39-43, después de su resurrección, Jesús se muestra a sus discípulos y les dice:
«Mirad mis manos y mis pies, que soy yo mismo; palpad y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.»
Jesús no solo les muestra sus heridas, sino que come con ellos, confirmando que su resurrección fue física, no solo espiritual. Si fuera solo un fenómeno espiritual, no tendría sentido que Jesús ofreciera pruebas tangibles de su cuerpo resucitado.
Además, en Juan 20: 27, Jesús invita a Tomás a tocar sus heridas para que deje de dudar y crea.
Luego dijo a Tomás: “Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”.
Esto refuerza la idea de que la resurrección de Jesús fue física, ya que Él mismo invitó a los discípulos a interactuar con su cuerpo resucitado.
La resurrección física de Jesús es crucial para la fe cristiana, ya que valida su divinidad y su victoria sobre la muerte. Como se afirma en 1 Corintios 15: 17, «Si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana.»
La resurrección no fue solo un acto espiritual, sino un milagro físico que garantiza la esperanza de resurrección futura para todos los creyentes.
12. Que Jesús no regresará.
Algunas personas dudan de la promesa de que Jesús regresará, pensando que este regreso es una metáfora o una enseñanza irrelevante para el cristianismo actual. A menudo, este escepticismo surge por la percepción de que han pasado muchos siglos desde la ascensión de Jesús sin que se haya cumplido esta promesa. Para algunos, la idea de un regreso literal de Jesús parece más una esperanza mística que una realidad futura. Sin embargo, la enseñanza bíblica sobre la segunda venida de Cristo es clara y enfática, y esta promesa es un pilar fundamental de la fe cristiana.
La refutación a este error se encuentra en varias declaraciones directas de Jesús. En Juan 14:3, Él mismo dice a sus discípulos:
» Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”
Esta promesa no es una figura de lenguaje ni una idea abstracta; Jesús habla con una certeza sobre su regreso físico y personal. Su regreso es la culminación de su obra redentora, y Él lo presenta como un evento futuro real, donde Él mismo tomará a sus seguidores para estar con Él en su morada celestial.
La segunda venida de Cristo es una esperanza central en la fe cristiana. Es vista como el momento en que Cristo consumará su victoria sobre el mal, establecerá su reino eterno y traerá la justicia divina. Por lo tanto, la segunda venida de Cristo no solo es una promesa de esperanza para el futuro, sino un fundamento esencial para la fe cristiana, que espera con anhelo la consumación de la obra de Dios en la historia.
Queremos aclarar que hablamos de la segunda venida visible de Jesús, un regreso físico y glorioso que todo lo vera. Además, la Iglesia también espera el arrebatamiento, un evento previo en el que los creyentes serán llevados al cielo para encontrarse con Cristo, como se menciona en 1 Tesalonicenses 4:16-17. Sin embargo, la segunda venida será un evento definitivo y público que ocurrirá después del arrebatamiento.
13. Que Jesús no hizo milagros.
Algunas personas creen que los milagros de Jesús no fueron eventos reales, sino que deben interpretarse como símbolos o lecciones espirituales. Según esta visión, las sanaciones, resurrecciones y otros milagros no serían actos literales, sino metáforas para transmitir mensajes sobre el poder espiritual de Jesús. Sin embargo, esta interpretación minimiza el verdadero significado y la importancia de los milagros en la vida de Jesús.
La refutación a este error se encuentra en los Evangelios, que documentan con claridad los milagros de Jesús como hechos reales. En Mateo 11: 4- 5, Jesús mismo señala los milagros que está realizando como prueba de su identidad divina: «Los ciegos ven, los cojos andan, los muertos son resucitados…» Esto demuestra que los milagros fueron signos concretos de su poder divino, no solo representaciones simbólicas.
Los Evangelios contienen numerosos relatos de milagros que Jesús realizó de manera tangible, como la sanación del leproso o la resurrección de la hija de Jairo. Estos eventos no son meras ilustraciones, sino intervenciones divinas que transformaron la realidad física y espiritual de las personas. Cada milagro resalta el poder de Jesús para cambiar el curso natural de las cosas.
14. Que Jesús no enseñó sobre el infierno.
Según esta idea, Jesús nunca habló del infierno de manera clara o directa, y lo que se conoce como el castigo eterno fue una adición hecha por la Iglesia en épocas posteriores. Esta visión, sin embargo, no está respaldada por las enseñanzas de Jesús en los Evangelios, donde Él habló repetidamente sobre el infierno y sus terribles consecuencias.
La refutación a este error se encuentra en los propios Evangelios, donde Jesús hace varias referencias explícitas al infierno. En Mateo 10:28, por ejemplo, Jesús advierte:
«No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el infierno.»
Aquí, Jesús no solo menciona el infierno, sino que también lo describe como un lugar de castigo eterno, subrayando la importancia de temer a Dios, quien tiene el poder de juzgar a las almas.
Otra de las enseñanzas más claras de Jesús sobre el infierno se encuentra en Lucas 16:23, en relato del rico y Lázaro. Jesús describe al rico como estando en «el lugar de tormento» después de su muerte, un lugar de sufrimiento eterno, mientras que Lázaro, el pobre, es consolado en el seno de Abraham. Esta parábola ilustra la separación entre los justos y los injustos después de la muerte, mostrando que el destino final de los malvados es un castigo eterno en el infierno.
Además de estos ejemplos, Jesús también habla sobre el infierno en otros pasajes. En Mateo 5:22, Él advierte:
«Cualquiera que diga ‘necio’ a su hermano será culpable ante el concilio; y cualquiera que lo diga ‘fatuo’ será digno de ir al infierno de fuego.»
Esta enseñanza refuerza la gravedad de nuestras palabras y actitudes hacia los demás, vinculándolas con las consecuencias eternas de nuestros actos. El infierno es lugar real y no algo simbólico.
15. Jesús fue creado por Dios.
Una creencia errónea que ha sido promovida por algunos grupos es que Jesús no es eterno, sino que fue creado por Dios en algún momento del tiempo. Según esta interpretación, Jesús sería una criatura como cualquier otra, un ser que comenzó a existir en algún punto de la historia, y no un ser divino eterno. Este error está en desacuerdo con la enseñanza central de la Iglesia cristiana sobre la naturaleza de Cristo y su relación con Dios.
La Escritura deja claro que Jesús no fue creado, sino que es eterno y siempre ha existido como parte de la Trinidad. En Juan 11, el apóstol Juan afirma de manera inequívoca:
«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.»
Este versículo es fundamental para entender la naturaleza divina de Jesús. El «Verbo» (en griego «Logos») se refiere a Jesús, quien ya existía «en el principio», es decir, desde antes de la creación del mundo. No fue creado, sino que siempre ha existido en perfecta unidad con Dios el Padre.
Además, en Juan 1:14 se explica que «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros», refiriéndose a la encarnación de Jesús en la persona humana de Jesús de Nazaret. Esto subraya que Jesús, como el Verbo eterno, es Dios mismo, quien se hizo humano para habitar entre los hombres. Este concepto de la eternidad de Jesús es esencial para la doctrina cristiana, ya que implica que Él no es solo un profeta o una figura creada, sino que es Dios mismo, coeterno con el Padre y el Espíritu Santo.
Por lo tanto, la enseñanza bíblica es clara: Jesús no fue creado; Él es eterno, coexistente con Dios el Padre desde antes de la fundación del mundo. Atribuirle a Jesús un origen creado es un error teológico grave que niega su divinidad y su papel central en la creación y redención del mundo.
Queridos lectores, Como hemos visto a lo largo de la historia, siempre ha habido personas o grupos que distorsionan la verdadera personalidad de Jesús, presentando un Jesús falso que no tiene base en la Biblia. Es por esto que debemos estar siempre alertas y vigilantes, denunciando las herejías que se difunden y proclamando con valentía la verdadera Palabra de Dios. Es fundamental que, como cristianos, mantengamos firmes nuestras convicciones en la verdad revelada en las Escrituras.
Sabemos que Jesús es Dios, quien sana, salva, bautiza con poder y pronto volverá en gloria para redimir a su pueblo. Esta es la verdad que debemos compartir y vivir, con la certeza de que Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos.
Esperamos que haya sido de gran ayuda e instrucción para tu vida espiritual. Que este mensaje te motive a seguir creciendo en tu fe y a estar firme en la verdad de Cristo.
¡DIOS TE BENDIGA!