EL PERDÓN Y LA MISERICORDIA EN EL REINO DE LOS CIELOS
Base Bíblica: Mateo 18:10-35
Introducción:
En el Evangelio de Mateo, capítulo 18, Jesús nos ofrece enseñanzas fundamentales para la vida en la comunidad cristiana. Este pasaje aborda tres temas cruciales: el valor de los pequeños, la restauración de relaciones dentro de la iglesia y la necesidad de perdonar a nuestros hermanos. Estos principios no solo son esenciales para la salud espiritual individual, sino también para la unidad y la pureza de la iglesia. En este sermón, vamos a explorar cómo Jesús nos llama a valorar a los demás, a buscar la reconciliación activa y a practicar un perdón ilimitado, como refleja el carácter de Dios.
I. El Valor de los Pequeños (Mateo 18:10-14)
En estos primeros versículos, Jesús nos recuerda el valor de aquellos que podrían ser considerados insignificantes o débiles en la sociedad, y nos invita a no menospreciarlos. Esta enseñanza es crucial para entender cómo Dios ve a cada persona, especialmente a los más vulnerables.
1. «No menospreciéis a uno de estos pequeños» (v. 10)
- En el contexto de este pasaje, “estos pequeños” no solo se refiere a los niños, sino también a los creyentes humildes y los que, por su situación social o su fragilidad espiritual, pueden ser ignorados o desestimados por la comunidad.
- Jesús enfatiza que el Cielo observa con especial atención a estos «pequeños». Los ángeles de estos pequeños «ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos», lo que implica que estos tienen una gran importancia para Dios.
2. La parábola de la oveja perdida (vv. 12-13)
- La parábola de la oveja perdida ilustra aún más el valor de los pequeños. El pastor que deja las noventa y nueve ovejas para ir en busca de la que se ha descarriado demuestra un amor y cuidado inmensos.
- El Señor no está dispuesto a perder a ninguno de los pequeños, y este amor es tan profundo que se regocija más por la oveja perdida encontrada que por las noventa y nueve que no se extraviaron.
3. La voluntad de Dios sobre los pequeños (v. 14)
- «Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños». Esta frase es la clave para entender el propósito de Dios: la salvación y restauración de todos. No solo de algunos, sino de cada uno de los “pequeños”.
- Esto nos recuerda que la misión de la iglesia y la responsabilidad de cada creyente es asegurarnos de que nadie se pierda, especialmente aquellos que son vulnerables o se encuentran alejados de la fe.
II. La Restauración de Relaciones: El Proceso de Reconciliación (Mateo 18:15-20)
En los versículos 15-20, Jesús nos enseña cómo debemos tratar las ofensas entre los hermanos y cómo restaurar relaciones rotas dentro de la iglesia. La reconciliación es un principio fundamental del Evangelio y debe ser tratado con seriedad.
1. La confrontación privada (v. 15)
- Jesús nos enseña que, cuando un hermano peca contra nosotros, lo primero que debemos hacer es ir a él en privado. Esta es una oportunidad para confrontar con amor y con el objetivo de restaurar la relación.
- El propósito de esta confrontación no es condenar ni humillar, sino ganar al hermano para la reconciliación. Jesús pone énfasis en la importancia de la privacidad y de resolver los conflictos de manera directa, evitando la difusión de chismes o la creación de divisiones en la comunidad.
2. La presencia de testigos (v. 16)
- Si la persona no escucha, Jesús recomienda llevar uno o dos testigos para que, en boca de dos o tres testigos, toda palabra sea confirmada. Esto asegura que el proceso sea justo y transparente. Los testigos actúan como mediadores y como garantes de la corrección que se busca, evitando distorsiones o malentendidos.
- Además, los testigos sirven para reforzar el objetivo de la restauración, no para hacer un juicio público o condenatorio. La presencia de testigos es un paso necesario para que la corrección sea validada y no se convierta en un asunto personal o de venganza.
3. La iglesia como última instancia (v. 17)
- Si la persona no escucha a los testigos, el siguiente paso es llevar el asunto ante la iglesia. Esto muestra la seriedad con la que la iglesia debe tratar las ofensas dentro de su comunidad. Si, incluso después de la intervención de la iglesia, el hermano no se arrepiente, Jesús nos indica que debemos tratarlo como un gentil o un publicano.
- Esto no significa rechazar a la persona por completo, sino que debe ser apartado de la comunión de los creyentes hasta que haya un arrepentimiento genuino.
4. La autoridad de la iglesia y la oración en comunidad (vv. 18-20)
- Jesús declara que todo lo que se ate en la tierra será atado en los cielos, y lo que se desate en la tierra será desatado en los cielos.
- Esto refleja la autoridad que la iglesia tiene para tomar decisiones disciplinarias y para mantener la pureza y unidad en la comunidad cristiana. La iglesia es el cuerpo de Cristo, y como tal, tiene la responsabilidad de guiar a sus miembros hacia la santidad.
- Además, Jesús enfatiza la importancia de la oración en comunidad. «Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Este versículo nos recuerda que la iglesia no está sola en su labor de restauración; Cristo está presente para guiar y bendecir esos esfuerzos.
III. La Parábola del Siervo Ingrato (Mateo 18:21-35)
El perdón es el tema central de esta parábola, que ilustra la necesidad de perdonar a los demás tal como Dios nos ha perdonado a nosotros.
1. La pregunta de Pedro sobre el perdón (vv. 21-22)
- Pedro pregunta a Jesús cuántas veces debe perdonar a su hermano que peca contra él, sugiriendo siete veces. En la cultura judía, perdonar tres veces ya era considerado generoso, por lo que Pedro intenta ir más allá. Sin embargo, Jesús le responde que debe perdonar «hasta setenta veces siete», lo que significa un perdón ilimitado. Jesús nos desafía a dejar de contar las ofensas y a perdonar siempre, sin medida.
- Alguien podría preguntar, entonces: ¿Para qué preocuparse para ir por los pasos delineados antes? ¿Para qué ir a solas a un ofensor, luego con uno o dos más, y luego llevarle a la iglesia? ¿Por qué no sencillamente perdonar, y dejar que todo acabe así?». La respuesta es que hay etapas en la administración del perdón, tal como vemos seguidamente:
- Cuando un hermano me perjudica o peca contra mí, debería perdonarlo inmediatamente en mi corazón (Efe 4:32). Esto me libera de un espíritu amargo e implacable, y deja la cuestión bajo su
- En tanto que le he perdonado en mi corazón, no le digo todavía que está perdonado. No sería recto administrar un perdón público hasta que se haya arrepentido. De modo que tengo la obligación de ir a él y reprenderle con amor, esperando llevarlo a la confesión (Luc 17:3).
- En cuanto reconoce que ha hecho mal y confiesa su pecado, le digo que está perdonado (Luc 17:4).
2. La parábola de los dos deudores (vv. 23-30)
- En esta parábola, un rey perdona a un siervo una deuda inmensa, una cantidad que era imposible de pagar (diez mil talentos). Sin embargo, cuando ese mismo siervo se encuentra con un compañero que le debe una suma mucho menor (cien denarios), no lo perdona y lo lanza a la cárcel. Esta actitud refleja la ingratitud del siervo, que no comprendió la magnitud del perdón recibido.
- La parábola muestra cómo la misericordia de Dios debe ser reflejada en nuestra vida. Si hemos sido perdonados de una deuda infinita, no tenemos derecho a retener el perdón hacia los demás, incluso cuando nos ofenden.
3. La reprensión del rey (vv. 31-34)
- Cuando los otros siervos ven lo que ha sucedido, le informan al rey, quien lo reprende severamente. El rey le recuerda al siervo que él había sido perdonado de una deuda enorme, y ahora debía mostrar la misma misericordia hacia su compañero.
- El siervo es entregado a los verdugos hasta que pague la deuda, lo que muestra las consecuencias de no perdonar.
4. La lección final (v. 35)
- Jesús concluye la parábola con una advertencia: «Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas».
- La falta de perdón no solo afecta nuestras relaciones humanas, sino que tiene consecuencias espirituales. Dios espera que reflejemos su perdón en nuestras vidas, y si no lo hacemos, nuestra relación con Él se ve comprometida.
Conclusión:
El perdón y la reconciliación son piedras angulares del Reino de los Cielos. Como seguidores de Cristo, somos llamados a vivir en unidad, practicar la misericordia y extender el perdón ilimitado a nuestros hermanos. La parábola del siervo ingrato es un recordatorio poderoso de que no podemos vivir de forma egoísta, sino que debemos ser agentes de restauración, buscando siempre la reconciliación y el perdón.
El perdón no es solo un mandato, sino una expresión de la gracia de Dios que ha sido derramada en nuestras vidas. Si hemos sido perdonados, debemos perdonar. Que el Espíritu Santo nos capacite para vivir según estos principios y para reflejar el carácter de Cristo en cada relación que tengamos.
Oremos para que el Señor nos dé un corazón dispuesto a perdonar de todo corazón, y que, como iglesia, podamos ser un testimonio de su amor y misericordia en este mundo.
¡DIOS TE BENDIGA!